Ayer no lo pude remediar. Al finalizar mi jornada de trabajo apague el ordenador, baje al almacén y me dirigí al mural refrigerado de nuestro cash and carry de productos asturianos.
Unas horas antes aquel recuerdo, aquel sabor se había instalado en mi memoria. Y quería rememorarlo a través de mis propias papilas gustativas.
Mantequilla Asturiana «La Imperial» con sal, elaborada por la Mantequera de Tineo. Pequeña empresa local propiedad del monstruo cafetero, vaqueiro oriundo y orgullo de esa tierra, Cafento.
Ya lo argumentaba en su séptima carta a Ponz el ilustre Jovellanos…
Se hacen a la verdad en Asturias muy ricos y regalados quesos, entre los cuales son señalados los de Caso y los de Cabrales. Se vende mucha manteca en los mercados de Castilla, y aún en esta corte, sin otra preparación que cocerla y entriparla; pero ni se fabrican quesos que puedan conservarse tan largo tiempo como los de Holanda, ni se sala la manteca para venderla embarrilada por todas partes, como la de Irlanda y Flandes.
Quizás, el mantenimiento de Mantequera de Tineo y el ejemplo de la Mantequilla Asturiana «La Imperial» con sal, sea únicamente la excepción que confirma la regla establecida por Gaspar Melchor de Jovellanos. Al menos en lo referido a la mantequilla.
Aún así, descubran esta sensación en su paladar amigos. Olvídense por un momento de injustos “tabús” referidos a las grasas de origen animal e introduzcan en su boca acompañado una porción de mantequilla salada, cierren los ojos, sientan, dejen que una lágrima de placer se derrame por su mejilla… Ahora repitan la operación con pan. Lloren.
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